9 de marzo de 2022

Un 8M dividido

Desde las grandes manifestaciones del 8M del 2019, en las que tantas mujeres, también hombres, salieron a la calle, se ha venido dando una guerra fratricida en el feminismo con disputas violentas entre feministas que, año tras año, han ido subiendo de tono. La pandemia no ha servido para calmar los ánimos, muy al contrario, los ha exacerbado, hasta llegar a este 8M de 2022 en que la división ha sido inevitable, dolorosa, visible, y como consecuencia hemos podido ver dos manifestaciones en muchas ciudades españolas.

No pretendo entrar en detalles de como ni cuando comenzó este conflicto, aunque estoy convencida de que en el inicio fue una lucha de poderes para controlar el pujante movimiento feminista, posteriormente agravado por una mala gestión del Ministerio de Igualdad, desde el que no se ha sabido dialogar y llegar a acuerdos, y multiplicado porque los ¿debates? se han llevado a cabo sobre todo en las redes sociales, muchas veces basando las argumentaciones en fakes y noticias de dudosa procedencia no verificadas ni contrastadas. Y en medio de todo, la pandemia, con el cansancio mental que ha supuesto, con el desánimo de unas, la ira de otras, un ambiente nada agradable que hacía esperar que las manifestaciones de este año fueran un auténtico desastre. Aún así, no lo han sido, no del todo, a última hora se han podido salvar los muebles, el movimiento feminista no está hundido pero no se puede negar que ha quedado muy tocado, y que aquella magia, aquella fuerza de las movilizaciones de los años prepandémicos han desaparecido.